Un Plan

“Cuales son tus metas?” Él preguntó.
“¿Mis metas?”
“Si, a menos que sepai hacia donde vay, no vay a saber llegar.”
“Supongo que mis metas son cantidad, calidad y variedad. Mi meta es tirar con minas que acabo de conocer, que me lo chupen en los baños de las discos, dormir con una distinta cada noche, y verme envuelto en aventuras sexuales extrañas con múltiples mujeres.”
Él estaba sentado en silencio, escuchando, así que continué. Nunca lo había dicho antes, ya sea fuerte o a mi mismo. “Quiero corromper a jóvenes vírgenes, re despertar las pasiones de amas de casas aburridas, seducir y ser seducidos por famosas, estudiantes, modelos, empresarias, y diosas Tántricas. Y después, entre todas esas minas, elegiré a una para amar.”
“¿Y como vay a saber que la encontraste?” Él preguntó.
“Supongo que voy a saber nomas, porque no voy a querer dormir con otra.”
“Parece un buen plan. Y tiene lógica hasta cierto punto.” Esperaba. Sabía que iba a encontrar la falla en mi razonamiento. “Pero ¿qué va a pasar después de uno o dos años, y el sexo no es tan bkn? ¿Qué pasa si tení un hijo con ella, y ella te empieza a pescar menos emocionalmente y sexualmente?,¿Qué pasa si pasan por una etapa difícil y empiezan a pelear todo el rato?”
“Si eso pasa, probablemente voy a querer dormir con otras mujeres.” Miré mientras levantó sus pies del suelo y las cruzó sobre el sillón en una posición de superioridad espiritual. “Pero voy a tener que controlarme. Supongo que podré pensar en otras mujeres como los cigarros. Aunque las desee, me abstendré porque se que es nocivo para la relación.”
Y después esperé, a la pregunta inevitable. Se acercó a una mesa donde habían un par de botellas de agua y una tabla con frutas frescas. Agarró una de las botellas.
“Ya,” él dijo, abriéndola. “Entonces ¿vay a estar bien los próximos cincuenta años durmiendo solo con una mujer?”
Él me había encaminado a la debilidad de mi estrategia romántica, y la de probablemente varios hombres. Me encanta la risa de la mujer. Me encantan sus labios, sus cinturas, su piel, su toque, las caras que ponen cuando están al borde del éxtasis sexual. Me encantan como nutren, sienten, importan, instruyen y entienden incondicionalmente. Anhelo crear esa burbuja de pasión, que nos envuelve en el momento que nos conectamos a la energía del universo. Y valoro más que nada, el momento en cama justo después de su primera vez, cuando todo a lo que hay que entregarse, ya sido dado. “Bueno, eso sería difícil para mi,” admití. “Idealmente, me gustaría poder tener mi torta y comérmela.”
“Supongo que eso es una solicitud razonable,” él dijo. “Después de todo, la torta fue hecha para ser comida. ¿Quién pide una torta y no se la come?”
“Así que lo que estás diciendo es que hay una forma de estar en una relación comprometida y amorosa, y aún así dormir con más mujeres?”
“Nunca dije eso. Todo lo que dije es que hay una forma de tener torta y comerla.”
“¿Cómo? Hasta una relación monógama es un desafío. Esa es la razón por la cual el veinticinco por ciento de los crímenes son violencia intrafamiliar, es por eso que la tasa de divorcio es el cincuenta por ciento, es por eso que la mayoría de las mujeres y hombres han sido infiel más de una vez. Quizás el paradigma de relación que nos ha sido impuesta no es natural.” Me miraba con cara de asco. Pero igual seguí. “Y aunque seas fiel por esos cincuenta años, tu igual vay a mirar a una mina pasar, o revisar una Maxim, o buscar porno en internet una noche. Y eso va a hacer sentir a tu pareja que ella no es lo suficiente para ti.”
“Eso es verdad. No puedes tener una relación saludable si tu pareja no se siente segura.”
“Claro. Así que considerando la naturaleza del hombre, ¿cómo es posible hacer sentir a una mujer segura en una relación?”
“Probablemente en no querer tener tu torta y comerla,” él dijo.
“Pero eso no es natural. Tú acabas de decir que la torta fue hecha para ser comida.”
“Bueno entonces,” él dijo. “Tendrás que buscar alguna forma de comerla sin hacerle daño a alguien que amas.”
A veces lo odiaba. Por tener la razón.

En los días que siguieron, revisaba la conversación en mi cabeza, buscando respuestas. Hablé con amigos y amigas, gente conocida en todos lados, preguntando siempre la misma pregunta: “Si no te tendrías que preocupar sobre tener hijos y no necesitaras a alguien que te cuidara cuando seas viejo, ¿aún te casarías?”
Los hombres decían que no. Y las mujeres que sí. Y ahí fue cuando me di cuenta que el modelo tradicional de relaciones está basado sobre las necesidades de las mujeres, y no en las del hombre.
Después comencé a preguntar otra cosa:
“Digamos que conociste a alguien, y se conectaron en todos los niveles, y quieres estar con esta persona. Pero la persona dijo que después de dos años , él o ella desaparecerá de tu vida para siempre y no había nada que podrías hacer. ¿Aún saldrías con esta persona?”
Las mujeres decían que no. Y los hombres que sí – algunos hasta decían que el escenario sería ideal.
Así que ¿dónde queda el mito de “un hombre, una mujer, felices para siempre” qué es la base de nuestra civilización entera? Aparentemente en una escala desequilibrada, porque los instintos naturales del hombre parecen ser una alternación de períodos de relaciones de amor y periodos de soltería hedonista, con algunos niños traumatizados entremedio por necesidad de evolución.
Cuando me volví a encontrar con mi amigo, le entregue mi conclusión. “Es una forma triste de vivir la vida,” él dijo.
“Si, y el problema es que así siento que he estado viviendo la mía. Excepto por la parte de los niños. No los quiero traumatizar, estoy esperando hasta que se solucione este dilema relacional para que las necesidades de ambos sexos se satisfagan.”
“Harías un buen político,” él dijo, no como un piropo. “Eres el tipo de weon que no puede matar una mosca, una araña o una cucaracha él mismo, pero no tiene ningún problema en contratar un exterminador para matar a un montón de ellas.”
“¿Qué significa eso?”
“Significa,” él dijo, dejando de lado su botella de agua. “que tení la caga’ con tu ética.”

Vivimos en una sociedad que le gusta hacer juicios tajantes – entre el bien y el mal, correcto e incorrecto, éxito y fracaso. Pero así no es como funciona el universo. El universo no juzga. Desde el principio de los tiempos, ha operado sobre dos principios: el creativo y el destructivo. Hemos llegado a un acuerdo con el impulso creativo – después de todo es la razón por la cual estamos acá – pero vivimos con miedo del destructivo porque será, algún día, la razón de nuestro partir.
Existe un punto irreconocible entre las necesidades sexuales y emocionales de hombres y mujeres – sin hablar de la renuencia de admitirlas y expresarlas. También conllevan la similitud que trasciende el género: el miedo a estar solo – porque como el director Rainer Werner Fassbinder dijo, “nacimos para necesitarnos el uno con el otro, pero no hemos aprendido a cómo vivir el uno con el otro.”
Cuando uno socializa con gente, los tres motores conduciendo tu conducta – instintos hereditarios, crianza familiar, y fuerzas sociales – entran en conflicto constante. Como resultado, puedes dañar a las personas, hacer elecciones erradas, tomar riesgos insalubres, perder oportunidades importantes, y cometer cagadas irreversibles.
También puedes tener sexo increíble.
Y ahí está el conflicto.

Por Pedro López Barahona